viernes, 22 de mayo de 2009

Ladrón de magia, de intimidad... consejero literario de lujo.


Otro ejercicio de escritura rápida llena de deletes y backups porque resulta que ahora en las compus de la facultad se les ha ocurrido cubrir con celofán los teclados. ¿Qué microsoft no puede sacar una cubierta hipoalergénica o algo así? Carajo, estas fundas improvisadas hacen que uno teclee la letra "s" y aparezcan la "e", la "a" y la "s".... en fin digamos que el estrés del fin de semestre se hace presente y junto con él me invade el hartazgo, la plena flojera de pensar en tener saturada la agenda... y la opción de mantenerme aletargado...


Decidí darle una oportunidad al programa Google Earth y vaya que me me he sorprendido. Uno teclea "Barbados" y directito el globo lo manda a la región deseada y le indica los lugares históricos más importantes, fotos, nombres de las calles, etc... Y me ha parecido que ahora me gustaría viajar con mi Google Earth sobre la Ciudad de México y pude ver mi casa desde ahí... además de saber el nombre de varias calles que se ven desposeídas del letrero correspondiente... y yo conozco a varios pelafustanes que se dedican a robarse los nombres de las calles y tapizar sus recámaras con ellos... bastante extraño... además hacen gala de un semáforo, de algunos conos señalizadores... en fin... parece el crucero de Sullivan porque tienen fotos de chicas con poca ropa... un lugar en donde la música pesada, los juegos de video, la compu con youtube y el deserden se mezcla con olores como colonia de hombre y zapatos usados... típico de jóvenes machos solteros sin vida... (y yo los visito¡¡ ¿qué hago ahí? jajaja) Regresemos a los de Google Earth... ahora el individualismo + la globalización aterrizada en el uso de internet + las fotografías satelitales = viajes virtuales sin costos alguno... aunque cuando le dije a una chiquitita que iríamos a Cabo San Lucas y le llevé a la compu y le enseñé las fotos.... no se mostró para nada agradecida, como yo pensaba, sino que volteó la mirada al techo, esbozo una sonrisa de "pobre idiota" y regresó a ver su DVD de Café Tacuba...


Sin embargo, al menos para los que nos dedicamos a las artes, sean escritas, pintadas, habladas, o lo que les venga en gana, es una herramienta útil porque nos apoya en la impresión de realidad, pues si hablo de Praga, es casi imposible que sepa el nombre de las calles y menos que la avenida Linhartská hace esquina con la calle Husova. Y ahora, sin embargo, los viajes me han emocionado un poco menos... pues uno tiende a idealizar las visitas a lugares nuevos... y no será lo mismo si ya lo vi en Google Earth... aunque me permitirá hacer visitas mundiales sin moverme de mi compu... no lo sé... siento que roba un poco de intimidad y magia a las ciudades... ¿no lo creen?


lunes, 18 de mayo de 2009

Persuasión interna ad hominem.



Resúltase que el proyecto de la publicación se viene encima. Y a veces uno desdeña esa posibilidad y al menos, la aplaza cada vez más, pues mírase como un camino divergente en el horizonte. El punto fuerte de la ocasión es el proceso creativo, que esta vez al parecer se viene un poco diferente al simple suceso de apoltronarse enfrente del teclado para desenredar la madeja equívoca, promiscua, turbia, entintada por arquetipos e ideales que rodean mi existencia, sintiéndome un herrero que le da forma a la lámina, de a poco.

Esta vez es posible que se venga la ayuda divina de alguien muy especial. Ese alguien posee un bagaje afectivo y formativo inconmensurable. Le conozco desde los pocos años de vida, de antes de la década. Apareció de repente donde uno comienza a socializar, en aquellas aulas de los noventas, en unas calles de la colonia Polanco.

La inmortalicé sin más. Su cabello negro, lacio, despeñado en sus hombros, rodeando un cariz de pureza, una mirada de esas que sólo las niñas de aquella edad poseen, cándida, maliciosa, encantadora. Acompañaba el cuadro una risita de pómulos alzados, de barbilla afilada, de cejas paralelas, contagiosa cual epidemia, energía positiva pura.

Y a pesar de que el primer amor se vive a intensidades psicodélicas, los esfuerzos de retenerlo son en vano, pues la evolución del cuerpo opaca todo brío encaminado a la conservación. Ella se embarcó en su yate y partió al horizonte lejano, hacia nuevos mares, en busca de nuevas playas, otros soles, con la simple gana de agitar su mano hacia mí, en señal de separación… yo sentí el hálito del adiós en la cara, pequeñas gotas de mar que su partida dejó, y guardé ese cuadro como un tesoro… lo tengo colgado en la memoria y lo repaso a diario en las mañanas cuando el cerebro se reinaugura, y estoy seguro que a cada relación que me apego, el retrato se acusa como humedad en papel, y a veces al encontrar soledad, mi memoria lo trae ante mí, y mis ojos y mi corazón lo observan como la primera vez que vi Nuit Étoilée de Van Gogh.

Ahora, entrado en edades inéditas poseo el privilegio de contactarla y de contarle mis peripecias literarias, a lo que ella respondió con sorprendente proactividad. Me ha ofrecido su valiosísima ayuda y le he dicho que sí. Simplemente un apoyo de una profesional del tratamiento psicológico.

Pero ahora con esa armadura que posee, llena de Freud, Lacan, Reich, Klein, Bion, Jung o Adler; la turbación me invade, me cimenta un muro de precaución que me invoca a desatender mis quehaceres literarios. Aunque la plática sobre la represión, la condensación, los sueños, el desplazamiento, el libido y las pulsaciones (Drang), las etapas oral, anal, fálica, el período de latencia y la etapa genital; el inconsciente colectivo, el arquetipo, la posición esquizo-paranoide, infunde más interés que desasosiego. Además no vengo en posición Popperiana de clasificar actividades en ciencias y pseudociencias… sólo quiero incursionar en apetencias de enriquecer las pocas palabras ordenadas, consecutivas, que suelen acopiarse en mis espacios idílicos, épicos, retóricos, satíricos…


Además la curiosidad se viste de interrogación: ¿qué busca ella?

martes, 12 de mayo de 2009

Librería de vidas... en diario...


Hoy pasé por una librería un poco diferente, única en su clase. Venden y compran diarios. Así es, así como lo leen... venden diarios de cualquier persona que se anima a ir con ellos bajo el brazo y no le importa dar un trozo de su vida por unos cuantos pesos...



Paseando por los estantes ví muchos con tapas duras, tapas blandas, de colores extraños como uno de color yema de huevo con una carita morada que sonreía en una cubierta y otra muy triste en la primera página. Era de una niña (en su tiempo) de 1974, que escribía una carta con sus actividades más importantes cada día (clara definición de un diario), pero además conversaba con un tal Señor Lagui, quien al parecer no hablaba y no tenía contacto con ella... sólo leía su diario en las noches... y lo más raro es que había respuestas... la letra parecía de un desordenado conductual, pues era casi ilegible, alargada, muy separada y la tinta que siempre usó en sus redacciones era color hueso y su pluma se notaba que era estilo fuente... ¿han visto alguna vez una tinta tan rara?



tendré que regresar a dar un vistazo a ese diario porque me llamó mucho mi atención... sobre todo la parte en la que el desconocido describe a la niña con gran detenimiento el interior del cuerpo humano, como si fuese cirujano, porque describe texturas... olores.... y lo más escalofriante... hasta sabores. Descifra con gran maestría y con un lenguaje simple las técnicas de embalsamado, momificación, amputación de miembros, transplantes... ¿es eso normal? :s



Otro diario advertía un texto algo parecido a esto:



Hoy me invade la tristeza, en un remolino sentimental que poco puedo explicar. Es uno de esos días en que todo pudo estar bien. Nada salió mal y au contraire, todo fue excelente. Estoy en medio de una lectura muy amena, de un libro de Joe Hill llamado El traje del muerto. El personaje principal demuestra a lo largo del trama una inestabilidad emocional digna de un cantautor. Incapaz de mantener relaciones largas, lo que lo mantiene a flote es su música, y la únicas relaciones duraderas que tiene: una con sus perros y otra con su empleado.



Algo de esto he visto en mí, reconozco mis patrones de conducta, sé por dónde voy cómo voy a actuar bajo ciertas circunstancias. Reconozco mi debilidad por las mujeres, pero una vez teniéndolas a mi lado, soy incapaz de mantenerlas lejos de ese lado oscuro que tengo en el que las lastimo. ¡Dios! Parece que un doble se apodera de mi mente y simplemente deja salir todo aquello que me callo, que no puedo decir cuando la línea de la amabilidad y la cordialidad está frente a mis pies.



Destruí ese amor con desdén. Fue muy fácil, sólo asesiné la confianza que establecimos ella y yo desde un principio. Acabé con la mirada dulce y amorosa que le tenía, y le propiné una que seguramente apagó el brillo de mis ojos, los mantuvo hundidos bajo mi ceño fruncido y mis palabras de amor, poesía, elogio; se incrustaron en sus oídos como serpientes venenosas mordiendo hasta los tímpanos bajo palabras altisonantes, desgarradoras, incisivas...



Ahora sólo resta recuperar el cuerpo agónico de nuestra relación y darle primeros auxilios... esperando que no sufra otro ataque... pero puedo apostar que sus pupilas ya no se posarán en mí como lo hicieron desde un principio... lo sé... Yo no me miraría igual... de hecho la primera vez que me vi en esta situación me di asco, repulsión, me encerré en una prisión por un rato y decidí no dejar salir ese alter ego. Pero al salir y estar controlado es una fuente infinita de creación... de perfección literaria... de búsqueda de lo humanamente trascendental... Aunque si se desboca es como un huracán, y lo peor es que ataca todo aquello que amo... es como salir un día de tu cama y levantarte, estirarte, y darte cuenta de que tu familia, y todo aquél que te importa ha sido asesinado en tu casa, mientras dormías...



No puedo más... no puedo más...






Las páginas restantes se veían en blanco... y la letra del final se había remarcado unas varias veces, con mucha fuerza, casi atravesando el papel. Un ejercicio que se me hizo interesante fue comprarlo, e intentar imaginar qué seguiría a partir de este punto. ¿Cómo habrá sido su dueño? ¿Tendría doble personalidad? ¿Quién lo hubiese querido así?


Interesante... muy interesante...


miércoles, 6 de mayo de 2009

Escamas en el ojo




Pasó al súper por una botella de tequila. El tic del ojo derecho no desaparecía. Cerraba y abría su ojo de forma descontrolada, aunque no era de manera frecuente, pero sí a un ritmo que desesperaba. Cada quince minutos le atacaba el tic durante dos minutos y dieciocho segundos. Después paraba. Pasaban dieciséis segundos. Y una réplica le acogía, cerrando y abriendo nuevamente, ahora tan sólo veinticuatro segundos más. Al final una lágrima involuntaria le recorría el rostro y debía limpiarla si no quería que le hiciese cosquillas al llegar a la parte superior del cuello. Ahí se deslizaba a veces y le mojaba el cuello de las camisas. Le parecía una molestia.



Cuervo, Tres Caballos, Viuda de Romero, Cien Años, Corralejo… repasó las marcas de las botellas en su mente y cada una se asociaba con recuerdos tan diversos y tan cálidos, algunos, o tan lejanos, fríos, desagradables que le recorría un frío escalofriante la piel, le enchinaba los vellos de los antebrazos y le doblegaba las piernas. Recordó la costa de Oaxaca, esa parte de playa casi virgen que recorrió con su mejor amigo. Recordó la brisa del mar, esos anocheceres de fogatas, de guitarras y cánticos a capella. Ese fondo de reggeae que siempre acompañaba el incesante batir de las olas. Recordó el preciso instante en que el lanchero con el que se hospedaba le trajo la botella del refrigerador. “Se la puse a enfriar Don, pa’ que no le sepa a té”. La confianza de la amistad le permitió abrir la botella y darle un sorbo directo del borde frío, todavía escarchado. El líquido, a pesar de los grados de alcohol que contenía (40) recorrió la garganta sin esfuerzo durante unos cinco tragos, enfriando las paredes y hasta la boca del estómago.


Le trajo a la realidad un nuevo ataque del tic, y una persona que circulaba por el mismo pasillo tratando de decidir entre un par de marcas de brandy le miró extrañado, y como buen mexicano, desconfió de sus facciones, creyendo que se encontraba ante una persona en estado de ebriedad, lo que le hizo tomar la botella más cercana a su mano y alejarse lo antes posible del individuo. Dio vuelta al pasillo y tomó de la cintura a su pareja diciéndole: “vámonos, ahí hay un borracho”.
Aprendió rápidamente a hacer caso omiso a su tic. Mientras le embestían cerraba su otro ojo y su mente despegaba. Pensaba. Se ocupaba de lo que, según él, muchos de los demás no hacían. Reflexionaba sus actos futuros. Él sabía que tenía una ventaja. Pensaba en lo que hacía cada 15 minutos. Todo lo reflexionaba. Incluso un día le había salvado de ser atropellado. Llegaba a la parada del autobús con cierta prisa y éste abandonaba ya la posibilidad de subir a más pasaje. Comenzaba su trayecto retirándose. Él pensó en cruzar la calle de manera intempestiva y tomar un taxi para no llegar tarde a la entrevista de trabajo. Un hombre de corbata negra, gordinflón, de unos 110 kilos, 1.65 m de estatura, bigote, con la calva brillante llegó detrás de él chiflando y gritando airadamente al chofer del autobús para que parara. En ese momento el tic se hizo presente. El regordete le atizó para que gritaran juntos, y al darse cuenta de su problema, volteó los ojos hacia el cielo, mostrando su desaprobación ante el poco apoyo obtenido. Echó otra mirada al camión que se alejaba, lo que le hizo dar la espalda a la calle. El tic iba apenas empezando su segunda fase. Mientras tanto pensaba en las otras posibilidades de llegar a su entrevista y recordó que había una línea de autobuses que cobraba menos y que le dejaría en el mismo lugar, sólo tenía que esperar unos 10 minutos más; eso descartó la primera posibilidad de cruzar la calle…


Cuando abrió los ojos un rechinido de llantas y un gran golpe, además de gritos ahogados le sorprendieron. Una camioneta blanca con algún logo de una empresa se daba a la fuga con el parabrisas deshecho, y el capó lleno de sangre. Nuestro personaje rellenito yacía en el suelo boca arriba, con un brazo extendido en el asfalto y el otro bajo su cuerpo con una flexión que era imposible si no presentaba una fractura. El codo estaba doblado hacia el exterior, como saludando la bandera, pero con la mano en la espalda. La sangre recorría el pavimento. Una pequeña convulsión terminaba con la vida del pobre hombre, mientras el tránsito se acumulaba en el lugar.


Impaciente, de espaldas a la avenida, cruzóse sin dar cuenta de que la camioneta rebasaba a una velocidad que excedía los límites, pues el chofer ya había sido advertido por su lentitud en el viaje anterior. Al momento de pasar uno de los coches más lentos un camión salía de un almacén de refrescos, lo que casi lo impacta con la parte trasera del camión. Pero la pericia del conductor logró que diera un volantazo hacia el lado derecho, precisamente hacia donde cruzaba nuestro ansioso peatón descuidado. Las tres toneladas de la camioneta pasaron fácilmente por encima del ahora tope humano.


“Pude ser yo. Pero el tic me salvó la vida” rezaba nuevamente ante el estante repleto de botellas de tequila. Por eso ahora no reclamaba, no se enojaba con la vida por haberle dado ese chocante espasmo. Tomó una botella de Viuda de Romero y se dirigió a la caja. La cajera le sonrió más por costumbre que por agrado. “¿Encontró todo lo que buscaba?” Cómo decirle que no, cómo insinuarle que el amor desapareció para él de manera abrupta, que el destino le arrebató a la mujer de su vida y se la llevó lejos, con alguien que le lavaba el cerebro y la trataba mal; cómo explicarle que la contorsión de los músculos faciales le ocasionaba dolor en las noches y que se había aficionado al alcohol por eso, para dormir al menos unas cinco horas. Simplemente asintió. “¿Es todo?” Volvió a asentir. Sacó un billete de $100 y pagó. Tomó la botella y la abrió antes de recibir el cambio, dando un gran trago antes del próximo embate gesticular. La cajera lo volteó a ver con asco y prácticamente le aventó el cambio, haciendo un gesto de negación al mover la cabeza de un lado a otro.


Una visita más en la que lo veían como espécimen anómalo. Tendría que ir a otro lado por su alcohol de ahora en adelante. Pero el siguiente tic no fue como los demás… el ataque duró menos, 1 minuto y cuarenta segundos. Y no hubo repetición. Se dirigió al baño, extrañado, y en el espejo vio la horrible realidad. Una pequeña protuberancia, de la textura del lomo de un reptil salía de su córnea. Al parecer traspasaba la córnea y salía desde el cristalino. Tenía escamas. Escamas en el ojo.